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jueves, septiembre 15, 2011

Mama tengo un sueño

Muchos son los elegidos pero solo puede quedar uno, o más bien ninguno en este caso.
Hace tiempo que ronda por mi cabeza el hecho de emprender, pero estando como están las cosas uno se lo plantéa seriamente. A cada uno le gustan cosas diferentes, mientras algunos son portentos para memorizarse hasta la última coma de cara a unas oposiciones, a mi me gusta coger una caja de cartón y unos palillos de dientes y construir un castillo-fortaleza para mis playmobil. Aunque hace ya mucho tiempo que no hago eso, siempre me ha gustado el tejer pequeñas cosas cada día para conseguir esos pequeños logros que te marcas.

Con esta pequeña introducción, emprender en España se ha convertido en: no puede quedar ninguno. Los emprendedores no quieren subvenciones, quieren facilidades a la hora de llevar su sueño adelante y en eso la administración pone muchas pegas.

A partir de este escrito he hecho este que espero que os guste.

ESOS LOCOS QUE SUEÑAN
Yo los conozco. Los he visto muchas veces. Son raros y algunos son muy frikis.

Algunos soñadores se levantan temprano por la mañana y se empeñan en ganarle al sol, ¿y que necesidad tendrán?. Otros se reunen al mediodía, se llaman por las tardes o intentan que no los maten sus parejas por las noches. Son soñadores, están locos.

En verano, en la playa o la montaña, estén donde estén, leen documentos, trabajan, escriben en su blog, utilizan twitter, cuelgan fotos en su facebook, escriben en algo llamado google plus, beben mucho café, ... y finalmente se cansan, sólo para disfrutar del descanso. En invierno viajan a conferencias, se abrigan, se quejan, se enfrían, se resfrían y dejan pasar las horas en coche, tren o aeropuertos. Son soñadores, nadie los entiende.

Escriben rápido en su teclado, estudian contabilidad, cuenta de resultados, presentación trimestral del iva, escriben documentos, se pelean con muchos papeles de hacienda, pierden la voz motivando a su equipo, esquivan problemas cada día, comen rápido en el bar de la esquina, saltan de despacho en despacho, atraviesan múltiples obstáculos, se molestan con los que les hacen perder el tiempo, hacen networking, y sueñan, sueñan y sigen soñando. No saben vivir ni disfrutar de la vida.

Escuchan música que acompaña el ritmo de sus dedos, escuchan los susurros que vuelan por la oficina y el tráfico que despierta la ciudad, escuchan sus latidos y su propia respiración, miran concentrados hacia adelante miran sus manos, huelen el café que se está calentando en la cocina. Yo los he visto. No están bien de la cabeza.

Llevan chaqueta cuando tienen reuniones, aunque prefieren la comodidad de unas zapatillas y una camiseta que case con su personalidad. Intercambian tarjetas, códigos QR, usuarios de twitter, saludan con entusiasmo y miden una y otra vez sus propios resultados. Parece como si quisieran llegar a algún sitio, pero nunca sabes a donde.

Se inscriben en todas las charlas y actividades ... pero no ganan nada. Son raros. Empiezan a preparse muchos días antes, sueñan que son reconocidos, y el día de la actividad se levantan como niños en día de Reyes.

Van a la prensentación sin conocer a nadie, pero acaban hablando con todo el mundo y tomandose unas cervezas juntos, apenas terminan la reunión. Nunca he podido calcular su edad, pero seguramente tienen entre 16 y 85 años. Son hombres y mujeres. No están bien.

Saben que en los grandes eventos no llegarán a cerrar acuerdos con grandes compañías, esperan con ansiedad la apertura de puertas y unos minutos antes del comienzo necesitan ir al baño. Preparan sus tarjetas y tratan de ubicar a las cuatro o cinco personas con las que hay que hablar. Son sus referencias del evento. Convencer a uno solo de ellos de su sueño será suficiente para dormir por la noche con una sonrisa. Disfrutan cuando superan su sueño ... y al mismo tiempo alientan a cualquier otro a que no afloje con su sueño. Esto es estar mal de la cabeza.

Preguntan si su sueño podrá tener una subvención prometida, y continúan aunque no aparezca. Están locos, cualquiera dejaría su sueño y se pondría a hacer algo productivo. Aún sabiendo que podrían trabajar en otras empresas con sueldo asegurado sin necesidad de convencer a un inversor, siguen emperrados en su sueño. Cuando su sueño está al inicio, se quejan de los impuestos que los matan o de los proveedores que no pagan.

Están mal, saben que su sueño tiene muy cerca la sombra de una empresa de éxito o el músculo financiero de una gran corporación. No preparan los fracasos ... pero tienen toda una batería de medidas para que su sueño consiga obtener los objetivos trimestrales previstos. Sus sueños están bombardeados por la crisis, un bache económico, la falta de recursos, bajas por la gripe, ordenadores que fallan, burocracia interminable, nueva competencia con más recursos económicos, no se encuentra al técnico necesario, se acaba el café, el mercado no acepta ese sueño, ... y seguramente será un gran día porque faltará un día menos para conseguir su sueño. Están fatal, yo los he visto.

Disfrutan con el inicio de un sueño, disfrutan cuando crece y cuando se mantiene por si mismo y en el momento de dar beneficios disfrutan levantando los brazos porque dicen que lo han conseguido. ¡Pero no se dan cuenta de que han hecho un sobreesfuerzo para conseguir muy poco! Aún asi ellos insisten en que han ganado mucho. Son raros.

Su mayor chute de adrenalina es cuando les llama el primer cliente que quiere su sueño. Es impresionante ver como les cambia la cara y están ese día felices. Eso es no estar bien.

Se inventan una meta cada trimestre.

Se ganan a si mismos, compiten con los que les miran desde las oficinas de otros, comentan a los que leen su blog, hablan en twitter, postean en facebook y ponen cosas en google plus y contactan con otros locos que sueñan.

Les tiemblan las manos cuando se alisan la ropa para realizar una presentación, simplemente porque no están bien.

Los he visto trabajar.

Les duele la cabeza, se duermen, les cuesta respirar, tienen dolores de espalda, cuidan a sus hijos, ... pero siguen.

A medida que crece su sueño el cansancio se dibuja en sus caras, los problemas empiezan a multiplicarse y comienzan a preguntarse que están haciendo allí. ¿Porqué no ser uno de los cuerdos que aplauden desde la comodidad de un sueldo fijo?

Están locos.

Yo los conozco bien.

Dicen que proyectan y hacen balances, que se arrepienten y se congratulan, se cuestionan, preparan sus días mientras sueñan y conversan si miedos con ellos mismos.

Trabajan, se miran, sueñan, respiran, suspiran y aprenden.

Los he visto muchas veces.

Están mal de la cabeza.

Están completamente locos.



Y una vez leído este texto, que pasaría si un hijo le pregunta a madre:

- Mama tengo un sueño y quiero casarme ¿Me prestas 20.000 €?
- No hay problema.

- Mama tengo un sueño y quiero montar una empresa ¿Me prestas 20.000 €?
- "¿Estás loco? ¿Para qué? Olvídate y sácate unas oposiciones o busca empleo fijo"


En España se admira a los futbolístas, en Estados Unidos a Steve Jobs o Bill Gates.

Según el informe Doing Business 2011, del Banco Mundial, aquí necesitamos una media de 47 días y 10 trámites para abrir un negocio. En los otros países de la OCDE, 13,6 días y 10 trámites bastan.


Y para terminar una reflexión:


"El fracaso es no tener el coraje de intentarlo, ni más ni menos. Lo único que se interpone entre la gente y sus sueños es el miedo al fracaso. Sin embargo, el fracaso es esencial para triunfar. El fracaso nos pone a prueba y nos permite crecer. Nos guía, además, por el camino del esclarecimiento. Los maestros de Oriente dicen que cada flecha que da en la diana es el resultado de cien flechas erradas. Sacar partido de la pérdida es una ley fundamental de la naturaleza. No temas al fracaso."

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